30 aniversario de la pérdida del piloto más icónico de todos los tiempos, emblema de la Fórmula 1.

Primero de mayo y como cada año, todo buen amante de la Fórmula 1, deja aunque sea por un momento , la mirada perdida, pensativo, evocando al gran Ayrton. Más, si como este que escribe tuvo el placer de disfrutar de su pilotaje. Por suerte para todos, la digitalización de todo hace que los más jóvenes también puedan acceder al disfrute de la conducción de Ayrton a un sólo clic de distancia. La memoria se instala en este día en aquellos recuerdos de sus gestas, sus poles casi imposibles… Especialmente en Mónaco. Sus victorias a veces pareciendo fáciles pero no por ello siéndolos, otras, haciendo alarde de su apodo de «Magic» con remontadas y adelantamientos de prodigio… O de hacer un vuelta a vuelta de martillo pilón.

Pero desgraciadamente también la memoria se instala en este primero de mayo en Senna por su trágica muerte en el fatídico Gran Premio de San Marino en Imola. Quienes vimos en directo el accidente, su pérdida, jamás borraremos de lo más profundo de la memoria ese recuerdo. Aquella tarde intentando comprender que aquel que, especialmente si por aquel entonces, eras pequeño, para ti era un héroe… Había muerto, se había marchado y no lo disfrutarías jamás.

Pilotando en la perfección

Podría ser una de las mejores definiciones de Ayrton Senna. El rey de las poles durante muchos años incluso tras su muerte, a día de hoy sólo dos pilotos suman más que el. Si hablamos de victorias, sólo cinco están por delante. Su desempeño a la hora de ir a por la pole a veces parecía un pacto con Dios, su rendimiento los domingos en carrera, más en muchas de sus victorias, parecía un ejercicio de tenacidad, técnica, exigencia consigo mismo y masterclass de pilotaje.

Sus números en Fórmula 1 hablan por si mismos: 3 mundiales, 41 victorias, 80 podios, 65 poles… Poco más que añadir, pero su técnica de pilotaje, rozando casi la perfección, le daba ese halo casi divino al volante. Exhibiciones como la de Mónaco en el 84 con el Toleman y en lluvia, su primera victoria en Estoril, la qualy de Mónaco 88, la remontada de leyenda en Suzuka 88 poniendo el broche a su primer mundial, el triunfo casi imposible en Brasil 91, aquella victoria en Donington 93 con esa primera vuelta de auténtico videojuego…

Además de todo esto, del piloto, también estaba la persona, el personaje, con un carisma arrollador, algunos lo amaban, pocos lo odiaban, pero arrollaba su carácter, personalidad y compromiso. Compromiso, bonita palabra, Ayrton era una persona enormemente comprometida con los suyos, consigo mismo y su equipo en pista, con la seguridad de sus compañeros de profesión… Gestos como su atención a Eric Comas en Spa 92 cuando este sufrió un grave accidente no se olvidan, su preocupación yendo al lugar del accidente de Ratzemberger en Imola 94, su determinación por mejorar en definitiva las medidas de seguridad en Fórmula 1. Paradójicamente, su propia muerte, fue la que multiplicó las mejoras en seguridad en la categoría reina del automovilismo.

De carácter competitivo, casi un killer competitivo, las batallas en pista con Alain Prost dejaban buena muestra de ello, el segundo siempre era el primero de los perdedores, estaba programado para ser primero, así definía Ayrton. Mirada asesina y a su vez con pura concentración, computer era Prost, Senna era técnica, técnica visceral.

Tan depredador en pista como humano fuera de ella, Senna fue uno de los primeros grandes astros del deporte determinadamente comprometidos con la sociedad. Tan humano como salvaje, así era el bueno de Senna, el más grande en este bonito circo de la Fórmula 1, uno de los más grandes en la historia del deporte.

Dios le iba a dar el mayor de los regalos, que era Dios mismo

Según la propia hermana de Ayrton, eso rezaba el pasaje de la Biblia que Senna leyó la mañana de su muerte, y es que, otra de las facetas de Ayrton Senna era la de ser un hombre con mucho sentimiento religioso. Sin duda, un pasaje que se puede tildar de profético, como lo fue la muerte de Ratzemberger el día anterior en la clasificación, Senna tenía pensado dedicarle la victoria el domingo y llevaba consigo en el habitáculo de su Williams la bandera austriaca. Profética también la conversación que había tenido con Berger tiempo atrás sobre la curva de Tamburello… Lugar donde perdería la vida.

Lo cierto es que personas cercanas a Ayrton siempre se han pronunciado sobre que el brasileño estaba extrañamente inquieto, nervioso aquel fin de semana de Imola. El accidente de Barrichello el viernes del que salió casi milagrosamente bien parado, la muerte de Ratzemberger el sábado… Desde luego eran motivos.

Variante Bassa, recta de meta, a fondo y el muro de Tamburello

Senna, cómo no, partió en pole en su última carrera. Tras el safety car debido al accidentado inicio de carrera, el brasileño afrontaba la reanudación de la prueba en primera posición con Michael Schumacher a su estela. La carrera entraba en su séptima vuelta, Senna había solventado la Variante Bassa, recta de meta y enfilando a fondo, incluida la curva de Tamburello que era una curva rápida, pero allí acabaría todo.

Senna se disponía a afrontar Tamburello, el caprichoso Williams toco suelo con la tabla a casi 300 Km/h, el brasileño tiró de manos para corregirlo, pero algo más iba mal, verdaderamente mal, insalvablemente mal… Ayrton giraba, pero el coche no, la columna de dirección del Williams se había roto, nada que hacer en una curva rápida como Tamburello.

Ayrton Senna pudo asestar una patada abajo al freno cuanto pudo y bajar dos marchas de la caja de cambios, nada más, el resto eran poco más de 10 metros hasta el muro y encomendarse a Dios o a que las leyes de la física estuvieran de su parte. El Williams impactó contra el muro y Ayrton Senna pasó a ser leyenda.

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Daniel Guillén Pérez - @DaniGuillen23

Redactor digital especializado en deportes, más concretamente en automovilismo, fútbol y ciclismo.

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