Poco más de dos meses restan para que la eliminatoria sudamericana comience y la única selección que no tiene entrenador es Venezuela. La Vinotinto quedó en un peligroso limbo tras la renuncia de Rafael Dudamel.
Semanas han pasado desde que se anunció la marcha del técnico, quien se marchó al Atlético Mineiro de Brasil, y el carrusel de nombres de candidatos ha sido amplio. Desde José Pekerman hasta el regreso de César Farías, las versiones periodísticas no han faltado y de momento ninguna acierta.
Pero la designación nada que aparece y eso deja en evidencia que, en estos momentos, la Vinotinto está en la vía contraria a la clasificación al Mundial de Catar 2022. No hay planificación, idea, estilo ni argumentos que apunten al optimismo.
A quien venga al baquillo venezolano le queda el comodín de una generación con mucho talento, con rodaje en ligas del mundo y con convicción de hacer historia pero eso no basta.
La salida de Dudamel y el trato que le ha dado la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) a la situación solo es una muestra más de la incapacidad directiva que abunda en el país.
Sobran las preocupaciones
La Vinotinto está naufragando en la decadencia de quienes la manejan, quienes parecen interesados en cuidar sus parcelas de poder directamente ligada al régimen que hace cuanto se le antoja a nivel político y social.
Es legítimo preocuparse por la situación de la selección de fútbol de Venezuela. El camino para un Mundial para un equipo como este siempre es cuesta arriba, pero cuando más cerca se estuvo fue en el momento en el que las cosas tuvieron un cierto orden a pesar de las falencias en muchos otros aspectos.
La Vinotinto va en reversa y nadie parece estar empujando hacia adelante en un momento clave.
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