Sergio “Checo” Pérez ha decidido volver. Y no lo hace por nostalgia, ni por revancha. Lo hace por convicción. Lo hace por amor al automovilismo, por respeto a su historia y por millones de fanáticos que lo han acompañado en cada curva, en cada podio, en cada silencio. Su elección de unirse al proyecto de Cadillac F1 en 2026 no es solo un movimiento deportivo: es una declaración de principios. Es el renacer de un sueño que parecía apagarse, pero que hoy vuelve a latir con fuerza y que tiene que demostrar algo, pero no a nadie más sino al mismo mexicano.
Después de una temporada difícil en Red Bull y un año fuera de la parrilla, muchos pensaron que Checo había dicho adiós de manera definitiva. Pero el piloto azteca, fiel a su esencia, eligió escribir un nuevo capítulo. Y lo hará desde el corazón de un proyecto que apuesta por construir desde cero, con ambición, con visión y con respeto por la historia. Cadillac F1 no solo le abre las puertas: le entrega las llaves de una escudería que quiere representar a América en lo más alto del automovilismo mundial y Checho está totalmente comprometido con ello.
Un regreso con alma
Checo no vuelve por obligación. Vuelve porque siente que aún tiene algo que dar. Porque sabe que su experiencia, su temple y su pasión pueden ser el cimiento de un equipo que quiere crecer con él. Cadillac lo ha elegido no solo por sus estadísticas, sino por su carácter. Porque en él ve a un líder capaz de inspirar, de construir, de unir, un piloto y un ser humano que es capaz de ser y hacer la diferencia, dentro y fuera de las pistas, y esto es algo que hará un enlace inmediato con la fanaticada de este nuevo equipo.
Para el piloto tapatío, este proyecto representa mucho más que un volante. Es la oportunidad de cerrar su carrera en sus propios términos, de dejar un legado que trascienda los resultados. “Quiero ser parte de algo que represente a mi gente, a mi continente”, ha dicho. Y esa frase resume todo. Checo no corre solo: corre por millones.
América Latina en la parrilla
La llegada de Checo a Cadillac F1 es un regalo para los fanáticos latinoamericanos. Es la confirmación de que el talento de la región puede estar en la élite, no como excepción, sino como protagonista. Su figura se convierte en símbolo de perseverancia, de identidad, de orgullo. Y su regreso activa una emoción que va más allá del deporte: es la esperanza de volver a ver una bandera latinoamericana ondeando en lo más alto.
Cadillac ha entendido ese valor. Su apuesta por Checo no solo tiene sentido técnico, sino emocional. Su presencia en el equipo conecta con una audiencia apasionada, fiel, que ha seguido cada paso de su carrera con devoción. Desde los niños que sueñan con ser pilotos hasta los adultos que lo ven como ejemplo de resiliencia, Checo representa algo más grande que él mismo.
Un legado que se escribe en cada curva
Este nuevo capítulo no será fácil. Construir un equipo desde cero exige paciencia, trabajo y fe. Pero Checo está listo. Lo ha demostrado una y otra vez. Y ahora, con el respaldo de Cadillac, con la experiencia de Valtteri Bottas como compañero y con el impulso de millones de corazones latinoamericanos, tiene todo para convertir este proyecto en una historia inolvidable.
Porque cuando un piloto corre con el alma, no hay límites. Y Checo Pérez ha decidido correr por todos nosotros. Por su familia, por su país, por su continente. Por ese niño que soñaba con llegar a la Fórmula 1 y que hoy, con más de 250 carreras en sus manos, sigue soñando. Y nos invita a soñar con él.
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