Italia no quiso asistir al primer mundial, el de Uruguay 1930, porque consideraba que era “demasiado lejano”. Así, ante este desprecio, la Celeste no quiso asistir a la edición de 1934, que organizaría el país de la bota.
Con esto comenzaba una hegemonía de ocho años en los que la Azzurra conquistó dos copas del mundo, pero siempre en medio de la polémica.
El país estaba bajo el puño de hierro de Benito Mussolini desde 1922. Antiguo político de izquierdas, periodista y militar, la Primera Guerra Mundial lo llevó a un viraje de 180 grados, pasando a erigirse en el principal líder de la derecha italiana, al fundar el Partido Fascista.
Así, frente al intento de las izquierdas de hacerse con el poder en Italia, Mussolini y sus fascistas llegaron a la cima, de la mano de la violencia y el terror. Doce años después organizaron el Mundial de 1934: nada mejor que un torneo deportivo para demostrar el orden de un país. Propaganda, al fin y al cabo.
Se dice que Mussolini presionó a la Azzurra para conquistar el triunfo, bajo el lema “Victoria o muerte”. Quizás no iba a llegar al último extremo, pero la historia afirma que esto llevó a los jugadores a tal preocupación, que dieron el todo por el todo para el triunfo en la copa.
La selección italiana, con Vittorio Pozzo al frente, contaba con varios futbolistas de raíces itálicas, pero nacidos en Sudamérica. En aquel plantel de 1934, destacaban los argentinos Luis Monti y Raimundo Orsi (subcampeones en Uruguay 1930), Enrique Guaita y Atilio Demaría. También estaba el brasileño Anfilogino Guarisi.
El dominio de Italia en su Mundial, el de 1934
En la ruta a la final, la Azzurra derrotó 7-1 a Estados Unidos, con triplete de Angelo Schiavio, doblete del “Mumo” Orsi y goles de Giovanni Ferrari y el legendario Giuseppe Meazza. Por la selección norteamericana descontó otro jugador de origen italiano, Aldo Donelli.
Por los cuartos de final, empató a uno con España (goles de Giovanni Ferrari y Luis Regueiro), y en el duelo de desempate ganaron 1-0, con diana de Meazza.
Otro 1-0 sirvió para que los locales llegaran a la final: victoria sobre la “odiada” Austria (ambos países se enfrentaron constantemente en guerras a lo largo de la historia), con diana del argentino Guaita.
En la final, la Squadra venció 2-1 a Checoslovaquia, gracias a los tantos del “Mumo” Orsi y Schiavio, este último al 95. Antonin Puc había adelantado a los checos al 76.
Los italianos festejaron con todo, y el “Duce” Mussolini no tuvo que hacer efecto lo de “morte” del famoso mensaje previo a la copa.
Siguió la expansión azzurra, en Francia 1938
Cuatro años más tarde, en Francia 1938, Italia repitió su éxito. Noruega fue la primera víctima de los italianos, ganando 2-1 con tantos de Pietro Ferraris y Silvio Piola. Igualó transitoriamente Arne Brustad.
En cuartos de final, Piola marcó un doblete y Gino Colaussi metió un gol, para el triunfo 3-1 sobre la local, Francia. Oscar Heisserer había empatado por les Bleus.
Brasil, una de las favoritas, cayó bajo el ímpetu italiano por 2-1. Se adelantaron los europeos con goles de Colaussi y Meazza, descontando Romeu.
Y en la final, los azzurri arrasaron con Hungría 4-2, con dobletes de Colaussi y Piola. Pal Titkos y Gyorgy Sarosi anotaron por el cuadro magiar.
Italia se convertía en el primer equipo en obtener el bicampeonato (luego lo haría Brasil en 1958-1962), y su entrenador, Vittorio Pozzo, sería el único técnico en la historia (hasta los momentos) en obtener dos títulos mundiales consecutivos.
Mussolini seguiría en el poder hasta 1943: había entrado en la Segunda Guerra Mundial del lado del Eje, con la Alemania Nazi y Japón, pero para ese año las fuerzas aliadas invadirían a Italia y sería depuesto por el Partido Fascista. Dos años más tarde, tras un intento alemán de que recuperara el poder en su país, fue ejecutado por partisanos comunistas.
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