Diego Maradona falleció este miércoles, producto de un paro cardíaco, a los 60 años. Fueron 60 años vividos entre la gloria y el barro, entre la luz y la oscuridad absoluta.
Finalmente, descansó.
Sus últimos años, donde la salud comenzó a abandonarle tras haber intentado recuperarla, los pasó vinculado al fútbol desde un banquillo, guerreando por mantener su legado vivo.
Pasó de Emiratos Árabes a Bielorrusia, de Bielorrusia a México y de México a Argentina. Deportivamente se mantuvo vivo, dirigiendo al Fujairah, presidiendo un rato al Dinamo Brest, intentando ascender a Dorados de Sinaloa y luchando por la permanencia de Gimnasia y Esgrima La Plata.
¿Fue feliz? No lo sabemos. Dicen los que le acompañaron en sus últimas semanas que, en un homenaje que recibió días antes de ser operado, no se veía sonriente. Y estaba en una cancha, sobre la grama, donde había disfrutado.
¿Cumplió con su trabajo? Estimuló a los suyos a jugar hasta el final. Como entrenador no era un dechado de virtudes, pero mantuvo algo que lo caracterizó siempre: la capacidad de sacar lo mejor de cada quien, deportivamente hablando. La palabra cálida o fuerte, el abrazo, el apretón, el llamado de atención. Esa aura de líder no lo perdió nunca.
El «último baile» de Diego Maradona en Argentina
Su retorno a Argentina, de la mano de Gimnasia, significó un “último baile”, utilizando el término popularizado por la serie de Netflix de Michael Jordan. En cada lugar -salvo contadísimas excepciones- recibió homenajes, el amor de un pueblo futbolero que no olvidó la gloria que le dio a la Albiceleste en 1986.
Sin importar colores, con extravagancias como la de un trono para dirigir, placas y actos previos a los partidos. Maradona recibió el afecto, y le correspondió hasta donde le dio el cuerpo.
Nunca dejó de pelear con su familia. Pero, como diría su hija Dalma, era parte de la relación entre ellos. Podían decirse miles de cosas a la cara y aún se amaban, porque así eran ellos. Desde afuera no lo entendimos nunca, pero ella así lo ha hecho saber.
Se reconcilió con los hijos que algún día negó, fue abuelo y padre al mismo tiempo, disfrutó a su hijo más pequeño -Diego Fernando- y a su nieto -Benjamín- hasta sus últimos días.
¿Se fue en paz Diego Maradona? Hizo todo lo que pudo, al menos. Pero ya descansó física y espiritualmente.
Ahora su nombre tomará mayor peso. El Diez se multiplicará aún más.
Seguirá siendo sinónimo de fútbol.
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