Barcelona recibió otro duro golpe, el enésimo en los últimos años con Ernesto Valverde a la cabeza, luego de ser eliminado por Atlético de Madrid en la semifinal de la Supercopa de España. Un 3-2 descabellado dejó por fuera a los campeones de liga.

El partido disputado en Arabia Saudita fue un resumen de 90 minutos de lo que ha sido el ciclo del entrenador frente a los culé: vestigios de buen juego, dominio parcial, respuestas positivas, caída inexplicable y decepción.

Pasó en el Olímpico de Roma, en Anfield, en la Copa del Rey contra Valencia y en este enfrentamiento frente a los colchoneros. La inspiración duró solo hasta la recta final, no importa cuánto talento y capacidad de resolver tenga en la ofensiva.

Se puede ir al lugar común de explicar el fútbol desde lo anímico, pero al Barcelona de Valverde le falta un poco de todo a pesar de lucir completo y temible.

Un peso enorme

Desde su llegada en 2017, el nacido en Extremadura ha intentado prácticar un fútbol más sencillo y de menor elaboración, alejándose un poco del gen culé a pesar de contar con buenos intérpretes para eso. Más allá de eso, ha recargado demasiada responsabilidad en sus figuras ofensivas y cuando no aparecen, Barcelona cae a nivel de equipo superable.

Esta temporada los dolores de cabeza se han multiplicado y el equipo de Valverde no da pie con bola en funcionamiento colectivo, en seguridad defensiva ni en elaboración de juego. Cada vez más, Marc André Ter Stegen y Lionel Messi son protagonistas, dejando en claro que en la transición de área a área muchas cosas pueden fallar.

La eliminación ante Atlético de Madrid, donde en el trámite fue superior, deja a Valverde tocado. El peso sobre su espalda es grande y parece que solo llevar a la gloria europea al Barcelona lo podrá hacer deslastrarse de todos los señalamientos que cada vez quedan más justificados.

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