Un disparo con la pierna izquierda desde fuera del área al borde del cuarto de hora encauzó la conquista en Abu Dabi del Mundial de Clubes para el Real Madrid, el broche final de un curso inolvidable para Luka Modric, el cabecilla del conjunto blanco y de la selección de Croacia, que resistió hasta la final de Rusia 2018 que coronó a Francia como la mejor.

El estadio Zayed Sports City de Abu Dabi consolidó otra temporada hegemónica para el Real Madrid, que aumentó su poder en el Viejo Continente. La final ante el Al Ain recuperó la sonrisa madridista, sometido en el tramo final del ejercicio a las secuelas de las sacudidas que supusieron las marchas de Zinedine Zidane, de Cristiano Ronaldo, la derrota en la Supercopa de Europa o el cambio de entrenador.

El Mundial de Clubes culminó un 2018 de ensueño para el Real Madrid, mágico para Modric, el Balón de Oro que derribó la dictadura impuesta por Cristiano y Messi en la última década, y prodigioso para Francia, proclamado en Moscú como Campeona del Mundo.

El éxito de Francia en Moscú enterró el sueño entusiasta de su adversario, Croacia, que perdió la final por 4-2. Fue el conjunto balcánico la sensación del torneo. La competición que ponderó el desparpajo de una generación plagada de talento.

La derrota no afeó el nivel ofrecido por Modric, elegido el mejor del Mundial. Fue aquel galardón el primero de los trofeos que individualmente acaparó después el futbolista del Real Madrid.

Luka, que se prepara a enfilar el tramo final de su estancia en la elite, superó a todos los demás a nivel personal. Recogió el «The Best», el mejor para la FIFA, y también el Balón de Oro. Un entrometido en el reinado de Messi y Cristiano.

El fútbol recompensó el gusto por el buen fútbol de Modric, beneficiado por el buen rendimiento a nivel internacional de su equipo.

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