Si el mundo se debate entre amenazas misilísticas, Rómulo Otero está claro: misiles buenos, los suyos. Generan sufrimiento -deportivo- en el rival, y una inmensa alegría entre sus parciales. Su pie derecho es el arma más potente desde los tiempos, quizás, de Juninho Pernambucano, aquel brasileño que deslumbró en Francia con el Olympique de Lyon entre 2001 y 2009, famoso por sus bombazos aire-tierra.
Y nació en Venezuela.
Otero hoy conquista Brasil con sus balones teledirigidos. En la tierra de los diez, de los cobradores excelsos, un muchacho nacido en El Tigre, estado Anzoátegui, y desarrollado en Caracas, es el rey. El Atlético Mineiro confía al crack venezolano sus remates largos y medios, casi siempre con el mismo resultado: el gol, pero el gol con alta factura.
Surgido de las canteras del Caracas FC, el oriental dio el salto al exterior vía los Andes, recalando en el Huachipato chileno. Había despuntado en el fútbol venezolano y en torneos internacionales, siempre vestido de rojo: disparo, desparpajo, velocidad, cambio de ritmo… una locura.
En el conjunto acerero dejó muestras de su clase. Con el paso del tiempo, aprendió también a asociarse: ya no solo era la jugada individual y el remate, sino también la asistencia, el pase entre líneas. Era la consolidación del futbolista total.
Su llegada al Mineiro le dio un escenario mayor a Otero. En el país de los pentacampeones mundiales están asombrados con su «pata bendita», con su «folha seca», su pegada espectacular. Un gol desde mitad de cancha contra el Coritiba fue premiado con una placa, en la que se le agradecía recordarnos a todos que el fútbol era magia y alegría, como las que tienen sus misiles carnavalescos.
¿Dónde está el destino de Otero? El peso del pasaporte comienza a ceder. Los venezolanos están adquiriendo mayor valor en el fútbol internacional, el asunto está en qué parte del planeta. En Estados Unidos, actuaciones como las de Josef Martínez y Jefferson Savarino cautivaron al mercado de la MLS. Particularmente quisiera ver su disparo en Europa, allá donde siempre disfrutaron de misilazos como los de Paul Scholes (Premier League) o los del mismísimo Juninho Pernambucano (Ligue 1), aquel mago que hoy ve su reflejo en un muchacho nacido en Venezuela: Rómulo Otero.