Hay cosas que sencillamente no cambian. Real Madrid nació para ser el sinónimo de dominio de Europa y volvió a ratificarlo con un claro 4-1 sobre la Juventus en la final de la Champions League de Cardiff.
Los merengues, que ganaron las cinco primeras ediciones de aquella Copa Europa, se convirtieron en los primeros en repetir el título de Champions League desde que así se denomina en la 1992-93.
Un segundo tiempo perfecto impulsó a los españoles a su duodécima conquista del certamen, siendo los amplios máximos ganadores.
La primera mitad comenzó con la Juve presionando e incomodando a Keylor Navas, quien de arranque debió lucirse ante un disparo lejano de Miralem Pjanic.
Los italianos no pudieron plasmar su buenos minutos y la balanza se equilibró. Y bastó que apareciera Cristiano Ronaldo, al minuto 20, para abrir el marcador con un disparo que rozó a Leonardo Bonucci que descolocó a Gianluigi Buffon, que perdió su tercera final.
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Siete minutos después llegó una joya: Mario Mandzukic finalizó con una espectacular media chilena al borde del área una jugada en la que el balón no tocó el suelo por varios segundos.
La paridad con la que se llegaba al entretiempo desapareció para el complemento. Casemiro, al 61, allanó el camino con un riflazo que tocó el cuerpo de Sami Khedira para el tercero.
Todo terminó en el 64. Una nueva combinación por derecha fue finalizada en el área por CR7, luego de un sutil centro de Luka Modric, para llegar a 12 y ser goleador de la Champions por sexta vez en su carrera, poniendo cifra récord.
Con la Vecchia Signorra aniquilada, el último clavo en el ataúd lo colocó Marco Asensio al definir una internada de Marcelo por la izquierda.
Real Madrid cumple su destino y demuestra por qué, probablemente, Europa no tenga un rey tan imponente en su historia. Su ADN es este y no pretende dejarlo atrás.