Takuma Sato, el japonés ex piloto de F1 a mediados de los 2000, hizo historia y se llevó la primera victoria japonesa en las 500 Millas de Indianápolis. Helio Castroneves estuvo a punto de lograr su cuarta victoria en Indy, pero Takuma fue mejor en 10 vueltas finales para el recuerdo.

En cuanto a Fernando Alonso, excelente actuación para su primera Indy500. Desde los primeros compases se vio a un Alonso extremadamente seguro. La salida fue tranquila y no le importó perder cinco posiciones para hacerse una composición de lugar de cómo se planteaba el inicio. Poco a poco, y con una soltura impropia de un debutante en Indy, fue dejando rivales atrás hasta conseguir el liderato, justo después de la primera parada en boxes (vuelta 29).

Quedaban 21 vueltas para el final, cuando las esperanzas de Fernando Alonso, que caminaba séptimo en la clasificación, se disiparon entre el humo blanco de su motor Honda. Ni en la Indy 500 se ha librado de una maldición que le acompaña en los tres últimos años.

En la vuelta 52 de la prueba llegó el momento de pánico de la carrera. Jay Howard (Honda) perdió el control de su monoplaza, tocó el muro y se metió sin control por delante de Scott Dixon, el ‘poleman’ y gran favorito en las apuestas para la victoria.

El impacto fue tremebundo, con varias vueltas de campana en horizontal, una de las cuales acabó con el coche de costado sobre el muro, con media vuelta de más, el golpe habrá sido sobre la cabeza del neozelandés, muy parecido al que le costó la vida hace pocos años al inglés Dan Wheldon.

La parte trasera del coche de Dixon desapareció por completo entre el fuego tras al primer toque con el muro de salida de boxes, en la parte interior de la cuerda, aunque milagrosamente salió por su propio pie.

Tras la bandera roja y un parón de media hora, la carrera se reanudó con salida lanzada en la vuelta 55, pero sólo 10 después, un nuevo accidente de Daly, que perdió el control al intentar un adelantamiento, requirió la salida del ‘pace car’, aunque esta vez sólo con bandera amarilla.

A falta de 33 vueltas, todos entraron a su última parada tras otro accidente. Era la hora de la verdad y Fernando tiró como un poseso, adelantó a dos rivales (A Kanan por fuera en una maniobra magistral), a la estela casi de Serviá, y parecía poder llegar a disputar el triunfo. En la 179 llegó el gripaje y el peor adiós posible, que menos deseaba el de Oviedo

Oriol sólo aguantó cuatro giros más, hasta que perdió el control de sus Rahal Honda, al quitarle el aire un rival que le adelantaba. Se originó un accidente múltiple y des despidió cuando estaba en el podio.

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De repente, Chilton, Sato y unos acechantes, Castroneves, Kanan y Montoya, tres campeones, se mantenían con posibilidades. Pero fue el japonés el que se se bebió la leche para el vencedor.

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