Finalmente, se izó un banderín conmemorativo de un título de la Serie Mundial en el Wrigley Field.
Los Cachorros de Chicago desplegaron el emblema del cetro que conquistaron el año pasado, para deleite de un público que debió aguardar la ceremonia durante un retraso de un par de horas, debido a la lluvia. Fue poca la espera, comparada con la de 108 años que debieron soportar los Cachorros para triunfar en el Clásico de Otoño.
Tres miembros del Salón de la Fama, Ryne Sandberg, Fergie Jenkins y Billy Williams, izaron los gallardetes de los dos títulos previos de la franquicia, así como el que conmemora el título de la Liga Nacional, conseguido también el año pasado.
From #FlyTheW to fly the banner – your 2016 #WorldSeries champs. pic.twitter.com/3tKJVpx4lC
— MLB (@MLB) April 11, 2017
El primera base Anthony Rizzo tuvo el honor de levantar por primera vez la bandera que simboliza el campeonato más reciente en la Serie Mundial. Luego, sus compañeros hicieron lo propio.
Rizzo alzó el trofeo, tras volver al terreno, lo que derivó en más ovaciones del público que llenó el parque antes del duelo ante los Dodgers de Los Ángeles, que comenzó también con una demora de casi dos horas.
Se trató de un momento que generaciones de fanáticos nunca pudieron atestiguar. Muchos se preguntaban si vivirían lo suficiente para verlo.
Pero todo cambió en el séptimo juego de la Serie Mundial, cuando los Cachorros vencieron a los Indios de Cleveland con una buena dosis de dramatismo. Así, ganaron el Clásico de Otoño por primera vez desde 1908.
El Wrigley Field se inauguró en 1914, pero los Cubs no se mudaron ahí sino en 1916.
«Lo mejor de todo lo ocurrido el año pasado fue que todos pudimos ser parte de algo más grande que nosotros mismos», dijo el presidente de operaciones deportivas de los Cachorros, Theo Epstein, el arquitecto de una reestructuración que puso fin a años de frustraciones para el norte de Chicago. «Nos sentimos conectados mutuamente, con los fanáticos, la organización y la ciudad. Ya saben, se dice que la gloria es efímera, y lo es. Pero la bandera ondeará por siempre, y ése sentimiento de lograr algo así durará por siempre también. Para mí, eso es lo que este momento simboliza».
Epstein sabía algo de conjurar maldiciones y sequías en octubre de 2011, cuando llegó a Chicago. Ganó dos campeonatos como gerente general de los Medias Rojas, que no se habían coronado desde 1918.
Y ayudó a que terminara la sequía más larga del deporte profesional norteamericano la temporada anterior.
En varios aspectos, el ánimo celebratorio sigue fuerte en Chicago. El despliegue de los banderines junto con la entrega de los anillos coronaron el miércoles los festejos.
Los muros de los jardines, la enredadera que los cubre, la pizarra manual, los tejados de los edificios vecinos y el barrio repleto de restaurantes y bares generaron un ambiente único. Algunos jugadores y ejecutivos, incluido Epstein, han decidido vivir en las calles cercanas, lo que ha reforzado los vínculos entre los aficionados y una franquicia que durante tanto tiempo fue sinónimo de la decepción.
Ahora, busca formar una disnastía.