No parece que la contundente derrota sufrida por el Barcelona en París sea una más, seguramente destila un aroma de fin de ciclo de un entrenador, Luis Enrique Martínez, y de cambio de tercio en un equipo que ha sido referencia en el mundo del fútbol en los últimos años.
En París se escenificaron todos los males del Barça, todas las malas sensaciones que apuntaba tras el empate ante el Betis, aquellos minutos en los que el Atlético de Madrid le arrinconó en el Camp Nou o ese cambio del fútbol combinativo al fútbol directo basado en el extraordinario tridente que cambió el orden mundial.
Sin el balón el Barça es otra cosa. Sin la creación de sus centrocampistas, los azulgrana viven del enorme talento de sus delanteros. Luis Enrique cambió su libro de estilo y lo volvió a transformar.
Y los resultados le dieron la razón, ya que desde que llegó al banquillo azulgrana en el verano de 2014, su Barça ha conseguido ocho de los diez títulos posibles.
El mérito del asturiano fue devolver al Barça a lo más alto durante 2015 y hasta abril del año pasado, con unas prestaciones solo equiparables con aquel gran equipo que deslumbró el mundo del fútbol en 2011. Ahora las circunstancias no son las mismas.
Luis Enrique desnaturalizó aquel Barça y mientras los títulos han ido cayendo, nadie ponía en duda su obra, ahora su equipo, desnudo y con poco fútbol necesita reinventarse y no parece que el asturiano sea el señalado para apuntalar el nuevo proyecto.
Buena parte del problema radica en la medular, el santuario del juego del Barça está bajo mínimos y las bajas por lesión de dos de sus puntales durante unas cuantas semanas (Busquets e Iniesta) han hecho mucho daño.
Basta un rival con una presión alta y jugadores físicos para complicar la existencia a los azulgrana. El camino no lo marcó el PSG ayer, lo habían mostrado en el pasado el Athlétic, el Atlético, el Villarreal o el Betis, demasiados precedentes para tan pocas soluciones.
No tiene el equipo sustituto para Busquets, Denis Suárez no es comparable a Iniesta y la apuesta de André Gomes como alternativa a Rakitic no ha cuajado. La desaparición del croata del once titular es otra de las controvertidas decisiones del entrenador que ha dejado sin protagonismo a un jugador que fue capital en los buenos momentos.
Más allá de cómo acabe la eliminatoria de Champions, la directiva del Barça seguramente tomará nota del cambio de escenario. En París, Luis Enrique no estuvo lucido ni en el diseño de la táctica ni tampoco en la sala de prensa.
Llegó a encararse con un periodista de TV3 y se señaló como «máximo culpable de todas las derrotas», pero también de ser «el culpable cuando se gana» para acabar recomendando a su interlocutor: «Espero que este tono que has utilizado lo mantengas también cuando el equipo gana y no solo cuando se pierde».
Al Barça se le puede hacer muy larga la temporada y, si no cambia la dinámica, la Copa del Rey puede ser su única opción de título, ya que está clasificado para la final que jugará contra el Alavés.
En la Liga, los azulgrana están un punto por debajo del Real Madrid con dos partidos más y dependen del equipo de Zidane y en la Champions, el ocho de marzo se conocerá el futuro de los azulgrana, que tendrían que remontar un 4-0, algo inédito en la historia moderna de las competiciones europeas.
Anteriormente el Barça ha firmado tres veces ese marcador en contra en Europa. Una en la final de la Champions en Atenas ante el Milan, la segunda en el Camp Nou ante el Dinamo de Kiev y en 2013 frente al Bayern de Múnich de Juup Heynckes.
El Barça de Luis Enrique está dispuesto a sentarse en el diván y necesita mirarse en el espejo. Tiene tres semanas de pausa, las que faltan hasta el partido de vuelta, y después se intuye que será el momento de tomar decisiones y no aplazarlas hasta que sea demasiado tarde, ya que el entrenador, Luis Enrique, tiene contrato hasta finales de temporada y hasta el momento ha eludido pronunciarse sobre su futuro.