El baloncesto, el deporte y el mundo en general se quedó sin palabra alguna al enterarse de la muerte de Kobe Bryant en un accidente de helicóptero que cobró otras ocho vidas, incluida la de su segunda hija, Gina María, de 13 años.
Dolor, desconcierto, tristeza pero sobre todo muestras de respeto y admiración dejó la terrible noticia sobre el histórico jugador de Los Angeles Lakers quien además de ser un indiscutible ídolo también admiró la destreza de otros tantos pero siempre supo posar sus ojos en el fútbol.
La Mamba Negra admiró el deporte rey desde pequeño. En algún momento de su infancia vivió en Italia y se fue enamorando del Milan, convirtiéndose en un gran admirador de Frank Rijkaard.
Al holandés lo conoció cuando dirigía al Barcelona, sin duda su gran amor en el fútbol. Kobe fue enfático en varias ocasiones sobre su sobrada admiración a Ronaldinho y Lionel Messi.
En varias ocasiones fue a entrenar en diferentes equipos, tal como el PSG, y la vida no le dejó cumplir proyectos con la MLS para seguir dándole fuerza al fútbol en los Estados Unidos.
Respeto absoluto por Kobe Bryant
Y en esta vida cosechas lo que siembras. El mundo del fútbol se rindió a sus pies, toda clase de jugadores en activo o en el retiro le dedicaron mensajes demostrando la gran inspiración que significa para todos los deportistas de élite.
La noticia sigue sin digerirse y como en los lutos por alguien muy cercano todos los amantes del deporte nos encontramos en negación, tratando de comprender cómo alguien de su talla pudo tener su encuentro con la muerte de manera tan anticipada, cuando apenas recogía los frutos de una carrera de dos décadas al tope.
Kobe Bryant amó al fútbol y todo el deporte le entregó la gran recompensa que merece alguien de su talla: la grandeza eterna. Y no hay ni habrá otra manera más correcta para recordarlo.
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