Por tercer año consecutivo, Rafael Nadal se despidió del torneo con la sensación de que se le había escapado otro tren. Soñaba siendo un niño con conquistar Wimbledon y lo consiguió en 2008 y 2010, luego hay que rebobinar casi una década para dar con el último éxito británico.
Apenas media hora después de caer contra Roger Federer, el mallorquín, de 33 años, comparecía en la sala de conferencias apesadumbrado y desilusionado, a la vez que ofreció un discurso acompañado de autocrítica porque, dijo, su nivel no fue el de los otros días.
“No es día para buscar ninguna excusa”, pronunció. “No he restado bien y en el primer set le he concedido muchos puntos gratis, y cuando no metes los restos es difícil encontrar ritmo”, se reprochó el de Manacor, ayer acompañado por el grueso de su familia.
“No he jugado lo suficientemente bien como para ganar. Creo que no he jugado tan bien como en las anteriores rondas. No puedo estar orgulloso ni satisfecho. Ya habrá tiempo de analizar, pero en líneas generales él ha estado por encima de mí.
No voy a necesitar tres semanas para recuperarme de la derrota”, añadió.
Reconoció estar dolido y con ganas de tomarse una tregua después de un trimestre a máxima intensidad, después de la intensa gira de tierra y las dos semanas a pleno rendimiento en Wimbledon.
“Cuando juegas partidos de este nivel tienes que estar preparado para ganar y para perder. Ni ganar es tan fantástico ni perder es tan traumático. Me voy a casa sabiendo que he hecho un esfuerzo importante. He alcanzado las semifinales y me recuperaré más bien pronto que tarde.
Me iré a casa a desconectar, porque después de tres meses seguidos de competición me irá bien”, prolongó.
Luego, como toda la vida, depositó el elogio hacia al rival, respetándose como se respeta el dúo que ha erigido una de las rivalidades más hermosas de la historia del deporte.
“Él restó mejor que yo y mi revés no ha funcionado tan bien como otros días”, matizó. “Le felicito porque ha sido mejor que yo hoy. Roger es siempre capaz de hacer fácil lo difícil. Se mueve en la pista más rápido que nadie y te presiona todo el tiempo porque tiene la habilidad de coger la bola más rápido que cualquier otro.
Este es probablemente lo más complicado y él sabe hacerlo así de bien”.
El suizo, ante la plusmarca de Navratilova
Mientras, el ganador celebró la victoria con aires reivindicativos. “El partido ha sido muy duro y estoy muy cansado. Rafa ha demostrado un gran nivel y al final ha conseguido conectar golpes increíbles. Jugar contra él siempre es muy especial. Me ha exigido mucho. Estoy feliz por cómo hemos hecho disfrutar al público”, apreció Federer unos instantes después de poner su rúbrica en el césped.
“Pienso que los puntos más importantes cayeron de mi lado. He conseguido también ganar los peloteos largos. He sacado con mucha concentración y muy bien. Ha sido difícil, porque Rafa ha vuelto con mucha fuerza en el segundo set…”, observó.
Ahora, Federer tiene la oportunidad de componer su novena sinfonía e igualar el registro que logró Martina Navratilova, vencedora en las ediciones de 1978, 1979, 1982, 1983, 1984, 1985, 1086, 1987 y 1990.
Para ello tendría que superar a Novak Djokovic, que domina en los cruces particulares por 25-22 y le derrotó en las finales de 2014 y 2015, aunque no así en las semifinales de 2012.
“No tengo demasiada energía como para ir a entrenarme duro mañana. Pegaré unas bolas y trataré de recuperarme. Esto es como el colegio: el día del examen no puedes leer no sé cuántos libros… Nos respetamos mucho, él es el número uno y defiende el campeonato”.
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